A tan solo dos kilómetros del pueblo, sobre la falda de la sierra, se encuentra uno de los parajes de mayor belleza de toda la comarca. A ella se acercan a diario tanto fieles como personas que buscan un rinconcito de tranquilidad. El agua que baja de la sierra sirve para refrescar al caminante y para alimentar las ricas tierras que la rodean. En ellas, abundan árboles y arbustos como el quejigo, el madroño, la zarzamora o el aromático romero, además de productivas huertas, lo que da lugar a una variedad cromática y aromática única para los sentidos.